María de Buenos Aires

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Casuales casualidades II


Dije anteriormente que me había establecido tres propósitos: divulgar a Felis, concluir los estudios y dedicarme-cuando me fuera posible- a la enseñanza de la Literatura.

Lo primero lo hice siempre. Cuando salieron las nuevas ediciones de sus cuentos y novelas, yo las compraba para regalar. Una colega que se fue a perfeccionar estudios en Estados Unidos, hizo su tesis doctoral sobre Felisberto Hernández. También obtuve mi tan ansiado y perseguido título de Licenciada en Letras. Y por último, “enseñé” Literatura- aunque en realidad, nunca creí que la literatura se pudiera “enseñar”; más bien siempre pensé que se puede y debe “divulgar”- por eso traté siempre de ser una “facilitadora”, “acercadora” de textos, jamás una “censora”.

El título obtenido me brindó otras posibilidades, dejé todas las ocupaciones administrativas, y empecé a dar clases en varios liceos en las horas de la mañana. Me quedaba tiempo para hacer las tareas domésticas, para preparar, para corregir, para leer, para escuchar radio. Lo que no tenía era plata, pero sí tiempo. En la radio, escuchaba un programa vespertino que emitía la Sarandí. Mi predilecto era Jorge “Cuque” Sclavo, que hacía unas humoradas increíbles sobre las peripecias de la vida cotidiana.
Como la disponibilidad económica era poco y nada, procuraba comprar libros accesibles, como los que publicaba Banda Oriental en su colección de “Lectores”. Así llegué a Las Crónicas de “El Hachero”, Julio César Puppo, con prólogo-“casuales casualidades”,- de Jorge “Cuque” Sclavo. Por otra “casual-casualidad”, supe que había conocido personalmente a Felisberto Hernández con quien fue compañero de trabajo en La Imprenta Nacional. Ese conocimiento personal y su increíble parecido con Robert Redford hicieron que empezara a buscar sus libros para conocerlo más. Muchas veces, en su espacio radial se refería Felis con una admiración tan grande como la que manifestaba por El Hachero.
Felis, Cuque y El Hachero, se “conectaron” así, entonces, mágicamente. Siguen siendo autores que leo y releo con gusto.
El cuento “El cocodrilo” de Felis es magistral. Tuve alumnos que crearon dibujos muy acertados, basados en las circunstancias que más les atrajeron. Tiene ese humor desencantado que hace sonreír pero al mismo tiempo, nos deja pensando, porque- como dice el protagonista-: “¿Quién no acaricia, hoy, una media Ilusión?”


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