María de Buenos Aires

lunes, 23 de agosto de 2010

"Memorios" de la docencia


Ser docente es una experiencia única, supongo que tan única como ser madre. Lo segundo no lo fui “biológicamente” pero sí espiritualmente porque cuando yo tenía quince años nació mi hermana pequeña y cambió toda mi vida adolescente. Será motivo de otra entrega, ya verán.
Conservo muchos documentos de mis trastabillantes primeros pasos como profesora. En la primera inspección docente obtuve 63 puntos sobre 100. La opinión de la Inspectora, que data del 16 de julio de 1982, decía: “La Profesora Segovia está en los inicios de su carrera docente, es fina e inteligente; la experiencia del aula la ayudará a lograr una enseñanza efectiva”. No sé cómo hizo para darse cuenta de mi supuesta “finura e inteligencia” en apenas 40 minutos de observación y no más de diez de conversación distraída. En la siguiente inspección, en otro liceo, la opinión fue la siguiente: “La profesora está dotada para desempeñar con un nivel destacado su labor. La experiencia afinará sus naturales aptitudes. El tema de hoy, rico en sutiles dificultades, fue comentado con responsabilidad a través de aportes culturales y conceptuales, pero marginada la emoción poética”. Juicio numérico 75/100; un poco mejor que 63/100. ¿Verdad? Les aseguro que lo único que me faltó ese día para crear la requerida “emoción poética” fue tirarme al piso mientras comentaba y declamaba “A Francisca” de Rubén Darío. ¿Se acuerdan de aquello de que tenía que escribir como para que me lo entendiera el lechero? También acá se trataba de cumplir con parámetros que no eran los míos. Nunca lo logré. Felizmente en 1986 me ofrecieron hacer una suplencia de un año,- la profesora titular se iba a Estados Unidos a cursar una maestría- en un liceo con programa norteamericano y de contexto internacional. “Alicia en el país de las maravillas” no se hubiera asombrado tanto como yo al principio. En primer lugar tenía mi propio salón de clases. ¡Sí, señores, MI salón de clases! Era muy pequeño pero era “mío” en el sentido de que podía decorarlo y hacerlo tan acogedor como pudiera. Eran los alumnos los que iban a diferentes clases según los requerimientos de sus estudios. Esa fue la primera sorpresa. Otra situación que recuerdo que me impresionó muchísimo en los primeros días, fue la “Spirit Week” traducida: “La semana del Espíritu”. Cada uno de los días de una semana determinada se debía ir vestido-obviamente si se quería participar- con determinado “atuendo” “marcado” previamente por el Consejo Estudiantil. El último día correspondía ir vestido de azul y blanco- los colores distintivos del colegio. Yo me adherí de inmediato a la aventura. Aquí me tienen vestida de hincha peñarolense. Lo malo del asunto es que por una broma del profesor de Fotografía, aparecí en el anuario con una leyenda que decía “Arriba Nacional”.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Alfa! excelente historia

Alfa Segovia dijo...

¡Gracias!
Tenía otra historia para publicar pero no pude colgar un vídeo, así que salió esta otra.

Anónimo dijo...

Qué divertida esa foto!! Me encantó la historia