María de Buenos Aires

viernes, 17 de diciembre de 2010

"¡Viejo barrio que te vas!"



Elegí este título para comenzar el “memorio” de esta semana porque lo voy a dedicar al tema de la metamorfosis barrial-de alguna manera hay que llamarla-. Advierto que me voy a quejar, así que si no quieren leer lamentos, no sigan leyéndome.
Hace quince años que vivo en Punta Carretas. Cuando llegué al barrio, aún tenía encantadores vestigios de hermosura en sus callecitas, que se beneficiaban de ese “no sé qué”, en sus rincones dormidos y en sus casas antiguas. Prácticamente ya no queda nada de eso.
Al lado de mi edificio construyeron un hotel que ha destrozado nuestra calidad de vida con ruidos de todo tipo, pero especialmente los que provienen de los aparatos colocados en la azotea. Para nuestra mayor desgracia, vivimos en el último piso; -el único afectado-, por lo cual no tenemos ningún apoyo vecinal. La Intendencia, también nos dejó absolutamente huérfanos con un expediente que concluyó con una resolución desfavorable. Hay un decreto que – según los ingenieros y arquitectos que laboran en esa institución y también en la Facultad de Ingeniería- indica que los decibeles a los cuales estamos sometidos durante todo el día-12 horas consecutivas- “se ajustan a los niveles tolerables”. Hicimos todas las gestiones posibles para convencerlos de que “tolerable” es un concepto sumamente subjetivo sobre todo porque lo que nos perturba la calidad de vida, es un pito en el oído durante doce horas, pero nuestros reclamos no fueron atendidos de manera eficiente.
El famoso decreto que la Intendencia y la Facultad toman como implacable disciplina inamovible, autoriza niveles de sonido muy superiores a los que marca la Organización Mundial de la Salud.
A mi esposo le ha deteriorado de manera lamentable- y pido a los religiosos que rueguen por él- nada más y nada menos que la salud física y mental.
Lo único que nos queda es esperar con fe, porque: “toda tortilla se da vuelta” y “no hay mal que dure cien años”. Además a título personal, también puedo usar este blog-cuyo nombre completo es: “Memorios y memorias de casos y cosas”-, para “descargarme” comentando este “caso”.
La Intendencia de Montevideo no ha obtenido el éxito deseado con el famoso plan que se promocionó en la campaña electoral como el “buque insignia” es decir: la ciudad limpia. Basta darse una vueltita por cualquier barrio-el mío por ejemplo- para ver la mugre acumulada afuera de los contenedores con un olor nauseabundo y las cagadas de los perros-y de los seres humanos- por todos lados. Pese a la declaración de “esencialidad”-tan comentada a favor y en contra, y el acatamiento a medias del gremio- no hay que ser el mago Mandrake para darse cuenta de que ADEOM simplemente se “repliega” para tomar más impulso y seguir haciendo paros sorpresivos dejando a la ciudad-y a los ciudadanos- a merced de las enfermedades y las ratas.
A estas dificultades que les comento, se le suma una profunda tristeza al ver cómo caen las hermosísimas casas con personalidad, en virtud de un “desarrollo de valor inmobiliario” que no se sabe a ciencia cierta a quién va a beneficiar. Por el momento no veo que el tal florecimiento económico favorezca a los desposeídos. Pese a todos los augurios de bonanza, lo que queda a la vista son únicamente espinas. Los “sincasa” duermen en el portal de la iglesia de Nuestro Sagrado Corazón, o en el del teatro La Candela, o entre los transparentes del Club de Golf, o abajo del puente de la calle Sarmiento que atraviesa Bulevar Artigas, o en todos los lugares de la ciudad donde puedan instalar un colchoncito viejo y algunas mantas. Eso sí, las casonas siguen cayendo para dar paso a más y más edificios nuevos. La pregunta es: ¿De quién son y para quién son estas construcciones nuevas? Evidentemente no son para nosotros ni para alojar a los “sincasa” sino para los adinerados que llegan al país ávidos por concretar pingües negocios.
Hace muchos años, allá por 1930, los artistas Víctor Soliño y Ramón Collazo, compusieron una canción que hizo época y que se convirtió en un clásico de la música uruguaya: “¡Adiós mi barrio!” La melancólica despedida era al viejo barrio Sur que también fue en esa época la víctima de “la piqueta fatal del progreso”. La canción tiene notables estrofas de poesía popular, por ejemplo:

El boliche ha cerrado sus puertas
ya no hay risas, ni luz, ni alegría
y en la calle ruinosa y desierta
sopla un viento de desolación.
La piqueta fatal de progreso
arrancó mil recuerdos queridos
y parece que el mar en un rezo
demostrara también su emoción.

Les dejo para escuchar-y pensar-: “Adiós mi barrio” en la versión memorable de “Los Olimareños”.