Esta es una búsqueda irracional del blog del milenio, somos cuatro amigas, algo veteranas, algo delirantes, que tenemos tanto para contar que esperamos atrapar el tan mentado blog, por ende al lector. Por suerte tenemos una quinta amiga que es la técnica responsable de que hoy ustedes nos puedan leer.
María de Buenos Aires
jueves, 18 de noviembre de 2010
Un personaje típico: "El tortero de Punta Carretas"
A veces, cuando se ve la pobreza, la miseria, los sin casa con sus colchones a cuestas durmiendo en cualquier portal que no tenga rejas, en la calle, o en las puertas de los teatros y de las iglesias, cuesta creer que este país fue formado por personas trabajadoras, dedicadas a múltiples actividades, que procuraron educar a sus hijos en el afán del progreso en base al esfuerzo personal arduo y sin pausa. Aún quedan algunos así, son pocos, pero deberían servir de ejemplo para que los pedigüeños trataran de valerse por sí mismos y no siguieran en las esquinas, con un seudo trabajo de “artistas callejeros” o “limpiavidrios”, porque eso no es trabajo, sino una mendicidad disfrazada. Pero claro, eso se aprende en un hogar donde los padres sean los primeros educadores en la cultura del trabajo, la calle-lamentablemente- tiene otros códigos muy difíciles de cambiar sin una política adecuada.
Hoy me voy a referir a un típico trabajador a la usanza antigua, que todos los días, sale con su carrito a vender sus exquisitos productos por el barrio Punta Carretas. Todo el mundo lo conoce, por el apelativo de “El tortero de Punta Carretas”. Tiene un pregón que se oye desde mi sexto piso, y que convida a bajar lo más rápido posible para comer sus delicias:
“¡Tortas fritas! ¡Tortas fritas! ¡Calentitas y crujientes las tortas fritas! ¡Café, café, calentito el café! ¡Bizcochuelo de naranja!” Esto último lo pregona cuando se le terminan las deliciosas tortas fritas, porque todo el mundo acude a comprarle: los porteros de los edificios, los obreros de la construcción, los “tacheros” que están en sus paradas esperando viajes, y, por supuesto, los vecinos.
De lunes a viernes, sale incansablemente con su mercadería y su carrito, alrededor de las cinco, cinco y media de la tarde.
Es un hombre muy simpático, de sonrisa fácil, y de conversación agradable. El carrito donde porta las mercancías es tan simpático como él.
Hace un tiempo le dije que iba a escribir sobre él en este blog. No sabía lo que era “un blog” pero la idea de ser parte de un artículo escrito sobre su persona lo entusiasmó y cada vez que me veía por la calle me preguntaba:
¿Cuándo me va a hacer el reportaje?
Pues bien, ¡Aquí está! ¡Promesa cumplida!
El tortero de Punta Carretas, trabajador “de los de antes”,-educado en la escuela del sacrificio-, se llama Roberto Aníbal Furtado García. Nació el 27 de marzo de 1936.Es oriundo de San Gregorio de Polanco, Tacuarembó. Su familia supo tener fortuna, y también ¡cómo no! supo perderla; por eso tuvo que trabajar desde los nueve años. Fue empleado de la antigua compañía de ómnibus ONDA que recorría la república con sus unidades caracterizadas por el galgo en su carrocería; también trabajó en la fábrica de tejidos de punto Cachemiria. Pero como es un trabajador incansable, criado en esa cultura del trabajo que tanto falta ahora, él, con sus setenta y cuatro añitos cumplidos, sigue aportando a la familia, recorriendo el barrio con su carrito de delicias. Siempre está de buen humor, siempre sonríe, es un ejemplo como personaje típico de hombre hacendoso que ha confiado siempre en su esfuerzo personal para salir adelante. ¡Y lo sigue haciendo maravillosa y deliciosamente - digamos también la verdad!
¡Gracias tortero de Punta Carretas por su buen humor, por sus exquisiteces, y por su apego al “laburo”! ¡Necesitamos muchos más uruguayos como usted para salir adelante!
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