María de Buenos Aires

martes, 18 de enero de 2011

El primer tutú



En nuestros primeros años de casados-a finales de los sesenta- nuestro medio de locomoción fue una moto, más adelante una motoneta Vespa, y por la década del ochenta, ya ambos con las respectivas carreras concluidas, logramos tener el primer “tutú”.
Se trataba de un Toyota 700-usado por supuesto- que mi esposo logró comprar ahorrando dolarcito sobre dolarcito de los honorarios que pacientemente cobraba como abogado. Todo lo que hacía lo guardaba con esa finalidad. Un buen día apareció el Toyotita. Nuestra alegría fue indescriptible. Nada se podía comparar con nuestro “cuatro ruedas”.
No pasábamos más frío en invierno, no teníamos más miedo a los revolcones que nos llevábamos con la vieja Vespa, y nos desplazábamos orgullosamente con el Toyotita -como si fuera un auto de gran prestigio- por todo Montevideo y alguna otra localidad, como Parque del Plata donde veraneábamos con mi suegro.
Me acuerdo de muchas anécdotas sobre este pequeño vehículo.
Una de las más risueñas fue al final de una fiesta que se celebró en el UAS cuando uno de mis estudiantes me pidió que “acercara” a su mamá en “nuestro auto” hasta su residencia. Obviamente, dije que sí con la mayor inocencia. A la salida, la señora,- una italiana alta y elegantísima- preguntó con una sonrisa “dónde estaba nuestro auto”. Cuando se lo señalé quedó atónita. “¡Picolino!” –me dijo- “¡Picolino!” A mí se me cayó el alma al piso. Y sí; era nomás “picolino”. Le cedí el primer asiento y yo-que también soy alta y grandota- viajé doblada/plegada y como pude en el asiento de atrás. No nos defraudó tampoco esa vez; la señora llegó sana y salva a su casa y nosotros también.
Con muchos años de trabajo, logramos cambiar a otros autos más aparentes.
Incluso llegamos a los cero kilómetro con cuatro puertas-siempre en la línea de los utilitarios- pero la satisfacción que nos dio ese primer autito quedó para siempre en nuestro recuerdo y en algunas fotos donde nos vemos… ¡Ay! ¡Tan jóvenes y tan felices!